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Un recorrido por la historia de la Mezquita-Catedral de Córdoba



Entrar en un recinto y quedarte con la boca abierta, no es una cosa que pase todos los días. Al menos para nosotros. Pero cada vez que entramos en la mezquita-catedral de Córdoba, nos pasa. Hay ciertos lugares en el mundo que te transportan al pasado y éste es uno de ellos. No tienes que realizar un esfuerzo de imaginación que te haga retroceder cientos de años en el tiempo, ya que en cuanto pones un pie dentro, notas que ya estás allí, en el pasado.


Hoy en día se han tomado imágenes de casi todo, imágenes que se comparten en redes sociales y que son devoradas por millones de usuarios en cuestión de minutos. Toda la información, al alcance de nuestro móvil. Todo el mundo en la palma de nuestra mano. Es por ello que hoy en día es cada vez más difícil experimentar la “Sorpresa del Turista” (la alteración emocional causada por algo imprevisto o inesperado). Hay muchos sitios que descubrimos desde casa, que hemos visitado (virtualmente) con un simple movimiento de nuestro poderoso dedo y que creemos conocer simplemente porque hemos pulsado “like”. Cuántas veces no habremos oído la frase “ah, esto ya lo había visto yo” en boca de viajeros que contemplan por primera vez monumentos y lugares que esperaban sorprenderles.
Y luego están los lugares como la mezquita de Córdoba. ¡Y qué suerte que existan lugares así!
 
 

Un breve repaso por su historia.


Desde el s. VIII d.C. los musulmanes fueron dando forma a la mezquita, erigida sobre la basílica visigótica de San Vicente, en varias fases. Las más destacables fueron llevadas a cabo en tiempos de Abderramán I, Abderramán II, Al-Hakam II y Almanzor.
A partir de 1236, año en que los cristianos tomaron la ciudad de Córdoba, estos emprendieron una serie de reformas que, unidas a las importantes obras que llevaron a cabo en el s. XVI (al levantarse una gran nave cristiana en medio de la mezquita) dieron al edificio el aspecto que nos asombra hoy en día.
 
 
Es precisamente esta mezcla entre lo musulmán y lo cristiano es lo que más impacta de este edificio. Mezquitas, hay muchas. Catedrales hay muchas. Pero encontrar las estructuras de ambos edificios integradas en el mismo espacio es algo que sólo pasa en Córdoba. Por ello, tanto si siempre ha sido tu deseo visitarla como si todavía no formaba parte de tu lista de must-see, allá va nuestro recorrido por la historia y características de este lugar considerado como Bien de Interés Cultural y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
 
 

Historias y características de un lugar singular.


Primeramente, es necesario tener una idea de las partes que forman este complejo, el cual podemos dividir en 3 grandes partes: el antiguo alminar o torre-campanario, el patio y la sala de oración.
 

El antiguo alminar

El patio

 
Sus 54 metros de altura, hacen de la torre la construcción más alta de la ciudad de Córdoba. Levantada como alminar (torre desde la que se llamaba a la oración a los musulmanes) durante el mandato de Abderramán III, sufrió sucesivas obras de reparación a lo largo de los siglos (destacando los trabajos llevados a cabo en 1.593) convirtiéndose finalmente en la torre de estilo barroco que podemos contemplar hoy en día. Como curiosidad, podemos indicar que aún a día de hoy hay en su interior vestigios del alminar original, que se pueden descubrir al visitarla.
El patio (llamado “de los naranjos” por los 98 naranjos que contiene al menos desde finales del siglo XVIII) es un recinto cerrado de 130 metros de largo por 50 de ancho que cuenta con 2 grandes fuentes y 3 surtidores de agua. El patio original, construido por Abderramán I, cumplía la función de patio de abluciones (sahn) donde los fieles procedían a la purificación ritual previa al rezo. Con Abderramán III y Almanzor, se amplió su extensión. Las galerías porticadas que rodean el patio se usaron para diversas funciones, dependiendo de la época, sirviendo de escuela, juzgado, orfanato, hospital… En época de Almazor (siglo X) se construyó un aljibe bajo el patio que aseguraba el abastecimiento de agua para las purificaciones de los musulmanes
En cuanto a la sala de oración, al entrar en ella nos damos cuenta de que explorar los 23400 m2 de superficie de la mezquita-catedral no va a ser una tarea fácil.
 
 
Como primera curiosidad podríamos hablar de la manida cuestión de su “orientación errónea” que, a día de hoy, sigue siendo objeto de debate y controversia. Según el la tradición islámica, todas las mezquitas deben estar orientadas hacia la Meca, pero la mezquita de Córdoba no lo está (al igual que otras muchas mezquitas). Las razones esgrimidas por diversos estudiosos de la materia son varias (adecuación al terreno disponible, costumbre de la dinastía Omeya…), pero ninguna definitiva, por lo que no entraremos aquí en ese tema.
En nuestro recorrido, lo primero que puede llamar la atención del visitante de la mezquita de Córdoba es la amplitud. Sus 1300 columnas, las cuales sustentan los famosos 365 arcos de herradura blancos y rojos tan reconocibles en todo el mundo, generan una sensación de diafanidad. Paseando por la parte más antigua de la mezquita-catedral, quizá nos llame la atención la falta de homogeneidad en las basas, fustes y capiteles de las columnas. Esta es debida a que los musulmanes recurrieron al tan socorrido recurso del “spolia” es decir la reutilización de materiales arquitectónicos. Para ahorrar tiempo y recursos, aprovecharon piezas romanas y visigóticas que estaban disponibles en las inmediaciones lo que explica que la primera mezquita, la que mandó construir Abderramán I, se construyese en unos 2 años, acabándose sobre el año 787, poco antes de la muerte del emir.
Abderramán II (emir entre los años 822 y 852) amplió la mezquita en 2 fases, respetando las naves originales. Las columnas ahora no tendrán basa, y muchas de ellas sabemos que fueron traídas desde el teatro romano de Mérida, ciudad contra la que el emir realizó varias incursiones.
Al Hakam II (califa entre los años 961 y 976) llevó a cabo la segunda ampliación. Los trabajos realizados durante esta época dan lugar a la parte más bella de la edificación. Las columnas de mármol y los capiteles que se usan, son construidos exprofeso para este lugar (no son reaprovechados), los arcos alcanzan el mayor nivel de perfección técnica y se llama a artesanos bizantinos para trabajar en los mosaicos. También en este momento se construye el mirhab que podemos contemplar en la actualidad, considerado uno de los más bellos del mundo musulmán.
 

 
Fue Almanzor, a finales del siglo X, el que mandó llevar a cabo la mayor ampliación de la mezquita (en parte por el aumento del número de habitantes de Córdoba y en parte por su ego, queriendo dejar en este edificio una impronta personal que perdurase en el tiempo) pero técnicamente los trabajos realizados no son destacables (repitiendo lo que se había hecho hasta el momento) y los materiales que se usaron tampoco (por ejemplo, en los arcos, ya no se combina piedra blanca con ladrillo rojo, sino que se usa piedra caliza blanca y se pintan las dovelas de color rojo).
 
 

La llegada del culto católico y la mezcla cultural.


Tras la conquista cristiana, la mezquita pasó a usarse como lugar de culto católico. Se construyó una Capilla Mayor en una zona y se respetó el resto del edificio. En el s.XVI, el obispo Alonso Manrique promovió la idea de levantar una catedral gótica en el centro del recinto. Esta idea generó mucha controversia, situándose la población en contra o a favor de tal actuación. Tuvo que ser el emperador Carlos V el que mediara en el conflicto y diese el visto bueno a la realización de tal proyecto (aunque después, según se dice, se lamentara de haber destruido algo único para levantar una de tantas catedrales como las que se construían en aquel momento).
Las obras se llevaron a cabo durante un par de siglos, siendo responsabilidad de diferentes Maestros Mayores que vivieron en diferentes épocas de diferente gusto artístico, por lo que en la catedral conviven elementos góticos (algunos arcos), platerescos (ornamentación), renacentistas (la cúpula) y barrocos (la torre-campanario con la que se recubrió el antiguo alminar).
 
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Como hemos podido ver, este monumento podría resumirse en la plasmación material perfecta de lo compleja y rica que es la historia de España, un lugar en el que todo viajero se debería sumergir al menos una vez en la vida.

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